Itálica, hoy llamada Santiponce, a nueve Km. al noroeste de Sevilla, es la fundación romana más antigua de la Peninsula Ibérica. El primer asentamiento data, según Apiano de fines del siglo III a.C. cuando al terminar la Segunda Guerra Púnica, Escipión reparte entre sus hombres algunas tierras en el valle del Betis. Con esta ocasión funda un pequeño asentamiento para sus veteranos ( vicus civium romanorum ) al que se llamaria Itálica en recuerdo del origen de aquellos primeros colonos.
Comprendía la Itálica primitiva un par de pequeñas colinas junto al Gualquivir, que se denominan actualmente Cerro de San Antonio y Cerro de los Palacios. Ambas alturas fueron ocupadas después por los vecinos de la moderna población de Santiponce, quienes se asientan allí desde fines del siglo XVIII.
En sus origenes la ciudad tiene el carácter de un establecimiento militar ubicado en las proximidades de Beturia, una región que se extendía hasta el río Guadiana y que ofreció durante algun tiempo un serio peligro a la ocupación romana. Este carácter militar lo mantuvo la ciudad a lo largo de casi toda su existencia, como lo testimonia los documentos epigráficos de la Legio VII Gémina y de una Cohorte III Gallorum, entre otros.
También es significativo el hecho de que en Itálica pasan algun tiempo de suys respectivas carreras militares algunos personajes destacados, como Marco Ulpio Trajano, padre del emperador, y Cayo Vallio Maximiano, general que apacigua la Bética, en un momento de peligrosas insurrecciones e invaciones norteafricanas, a fines del siglo II d.C.
Durante el principado de Augusto, Itálica se ve transformada en un municipio, lo que le confiere la prerrogativa de acuñar. Abre así una ceca que va a producir monedas de bronce desde el 15 a.C. con los retratos de Augusto primero y de Tiberio después. Entre los simbolos empleados en esta ceca local, abundan los temas militares, posiblemente relacionados con el origen mismo de la ciudad.
Lo más significativo con todo, que destaca de esta ciudad de las restantes de la Bética, es el que dos de sus hijos accedieron a trono consecutivamente: Trajano ( 97 - 117 d.C.) y Adriano ( 117 - 137 d.C.).
Ello dio como resultado más inmediato un incuestionable poder a las familias más notables de Itálica en la política y la vida pública de Roma.
Varios italicences entran en el Senado y llegan a constituir un verdadero centro de poder y deciciones en la Roma del siglo II d.C. En este momento la ciudad vuelve a cambiar su status jurídico y pasa de la condición de municipio a la de colonia. Ello comporta que si antes, como municipio, disponía de una cierta autonomía y leyes propias, al pasar a ser colonia su organización va a copiar exactamente la de Roma. El cambio es tan poco común que Adriano se sorprende, según cuenta Aulo Gelio en Noches Aticas , de que sus paisanos, como los de Utica, hayan tomado esa decisión.
Por lo demás, el momento en que esto se produce parece ser que hay que situarlo en el reinado de este emperador, toda vez que el nombre de la nueva colonia va a incorporar el gentilicio de Adriano para llamarse Colonia Aelia Augusta Italica.
El haber logrado situar en el trono a dos italicences, deberia repercutir en la ciudad de alguna manera. Sobre ello es explícito Dión Casio quien nos informa de que tanto el uno como el otro hicieron donativos a su ciudad natal. En especial Adriano parece ser que fue particularmente generoso con sus paisanos. Las fuentes literarias no son muy explícitas en este aspecto, pero las excavaciones arqueológicas han proporcionado documentación abundante sobre los donativos adrianeos.
Lo más notable que podemos fechar contemporáneo de este emperador es una ampliación de la ciudad por el lado norte. Este nuevo barrio de amplias calles y grandes mansiones es lo que hoy se visita en la parte excavada de las ruinas.

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